viernes, 20 de noviembre de 2015

La melodía de las libélulas. Haydée Milanés









Si me faltaras, no voy a morirme;
si he de morir, quiero que sea contigo.
Mi soledad se siente acompañada,
por eso a veces sé que necesito
tu mano,
tu mano,

eternamente, tu mano…

Pablo Milanés






Nacida en 1980 en La Habana,creció mirando a su padre practicar y escribir canciones.A la edad de 6 años, empezó a tocar el piano y cantar en el conservatorio de Manuel Saumell.La primera vez que Haydée Milanés tuvo que tocar en una escena, para acompañar a su padre en una de sus canciones, tenía 10 años. Aprendió  teoría musical y dirección coral en el conservatorio Amadeo Roldán. 
De voz versátil y profunda en sus registros, pertenece a esa generación de músicos que creen en el cultivo de la elegancia a la hora de plasmar sus trabajos. Haydée aloja en sus cuerdas vocales ese Feeling casi olvidado y tan necesario para los que gustamos de ese toque de melao y cadencia en la voz...







































jueves, 19 de noviembre de 2015

Poemas inéditos. Manuel A. López












La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder…

Aristóteles 









Imagen de Tommy Ingberg



Alguna vez también bailé quinces
mientras movía las piernas
pensaba en el americano peludo
con demasiados años
que me esperaba 
en su casa de campaña
para juntos espiar a las estrellas.
Sudábamos como luchadores Sumo
The Supremes nuestra banda sonora
y para postre:
leche fría con galletas dulces.
Después de las acrobacias
regresaba al mundo concebido por otros:
a ser el sobrino 
el buen estudiante
un niño amable. 
La rebeldía que habitaba en mí
hacía estragos
escapaba con extraños:
el gigante rubio que daba nalgadas
un farmacéutico que inyectó champagne
en mis venas
y el cantante de ópera judío
que tuvo la gentileza de ofrecerme un cojín.
Alguna vez yo también bailé quinces
no fue una hazaña 
terminó siendo otro castigo.





En la imagen, John Fonte




Un amigo terminó sus días
con un revolver prestado
mientras sus viejos reían delante de la tele.
Nunca pude devolverle su Mommy Dearest
tampoco he podido recordar
dónde ubicaron sus restos.
La Chyna Fox duró un mes
en la habitación solitaria de un hospital.
Me lo dijo al teléfono la última vez:
“Si no vienes a verme ahora… 
de aquí no salgo mi hermana”.
El ladrón del candelabro de plata
se marchó también.
Ya casi no tengo recuerdos de su paso
y el candelabro lo vendí por unos pesos
a una mujer que recién
comenzaba a vivir su pesadilla americana.







Imagen de Rodney Smith



Tuve un novio influyente
sus canas parecían copos de  nieve 
y su sonrisa tan bien elaborada
aparentaba pertenecer a un presidente.
En los pasillos del colegio 
me observaba de lejos
aparecía de repente
imponía su autoridad de director.
Una mañana que el valiente habitaba en mí
le dejé una carta de amor 
en la ventanilla de su carro 
de hombre casado
y abuelo juicioso.
Fue a buscar mis caricias 
vigilante nocturno 
obligando mi cara entre sus piernas ágiles
proclamando:
“Recuerda que siempre será mi palabra contra la tuya”. 




Desde este humilde blog, quiero agradecer a Manuel A. López que haya querido compartir estos tres poemas inéditos pertenecientes a su próximo libro "El arte de perder". 



martes, 17 de noviembre de 2015

Los ojos de una isla. Entrevista a Lili Renteria












Sigue, Electra, sin desmayo,
tu obra llena de acechanzas
-mujer, vaso de fragancias,
purísima flor de mayo.
Rosa gentil que en un tallo
de espinas fieras te asientas,
rompe esa prisión y cuenta
al mundo tus sinsabores:
revélanos tus temores
Electra de las tormentas…

Final del primer acto de Electra Garrigó

Virgilio Piñera






¿Qué recuerdo de la infancia guardas con mayor cariño?

El universo de mi madre Lilian Llerena y toda su sabiduría...la sobrevivencia inevitable de una niña que tuvo que aprender a cocinar, a nadar, a cuidar, porque las palabras se las lleva el viento.



¿Y de esa efervescencia adolescente?


Recuerdo que en ese tiempo saltaba por las calles, me pasaba horas enteras saltando de un lugar a otro. No caminaba, quería volar, eran tiempos en que La Habana era para mí el descubrimiento, sus calles, rincones, presentía que vivía en una muy bella ciudad, a pesar de todos los defectos y problemas sociales. Soy, amiga, un ser, que me gusta obviar conscientemente aquello que no me gusta, y detenerme en lo que sí. Amo la poesía, la música, la belleza de mi país…en la adolescencia mi alma supo dónde había nacido.





Lilian Llerena y Pedro Renteria




Tus padres fueron dos de las figuras más importantes de la escena en la isla, ¿eso pesó en algún instante en tu carrera?

Totalmente, ellos me aconsejaban qué debía hacer y qué no, como este o aquel personaje debía comportarse, que recursos usar para encontrar la verdad escénica, en fin...mi casa fue mi escuela. 



¿Cómo se toman tus padres tu decisión al querer dedicarte a la misma profesión que ellos? Te lo pusieron fácil?

Si, fue algo tan natural, era un tema perfecto de comunicación entre nos, era como el agua más clara y purificadora. Ellos se sentían muy orgullosos al tiempo que exigentes, por eso. La excelencia era el tema principal. Tenía que dedicarme a esta profesión con absoluta entrega. 
Pero ellos no querían que hiciera televisión, eso fue un tema conflictivo, pero yo soy un poco cabezona y no les hice caso. Creo que el actor debe conquistar y manejarse en todos los medios, Teatro, Cine, Televisión y ahora Internet.



Poco a poco fuiste adquiriendo una notoriedad en la escena, pasaste a convertirte en seña de identidad para toda una generación, ¿cómo llevaste eso? 
A día de hoy, ¿esa sombra te persigue?

La notoriedad es un asunto que aún para mis estándares no concilio, yo soy una simple servidora, veo mi profesión como es y para lo que sirve, no creo en notoriedades, eso dejémoslo para otros que si lo necesitan. 
Lo demás es un invento chino, eso de señal de identidad, está más relacionado con tiempos difíciles que con uno mismo. Cualquier ser humano que se exponga masivamente, pertenecerá a la leyenda urbana, de la cual puede salir cualquier historia. La inventiva del Cubano es próspera, abundante, quizá por la carencia de casi todo.



¿Con qué personaje te sentiste más identificada?

Con Electra Garrigó de Virgilio Piñera, lo que dice, lo que pasa, lo que hace ella, lo que propone. También Mariana, Eugenia, y ahora el monólogo de "EL SUEÑO AMARILLO DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE"
He tenido la suerte de encontrar aquello con lo que me identifico en cada personaje que he realizado, la ambrosía que cada uno vierte en mi alma y que yo devuelvo en la escena. 
El actor es como una fuente, una vasija, un puente, un camino, que te lleva a descubrir verdades.



Partiendo de la base de que con cada director se aprende alguna cosa importante, ¿a cuál le debe más Lili Renteria?

Mariana Pineda de García Lorca, fue un reto para mí, era muy joven, la veía como una montaña muy alta que tenía que escalar y llegar a la cima, aún creo que no alcancé la meta deseada. 




¿Qué personaje te hubiese gustado llevar a la escena y lo tienes clavado como una espina porque nunca lo pudiste realizar?

Todos los que existen y no he podido realizar aún. Amo esta profesión, pero te confieso que me gusta mucho enseñar, por tanto eso de las espinas, me las saco rápido, cuando uno enseña, también aprende y la realización es infinita.



¿Qué extraña Lili de esos tiempos actorales en la isla?

El respeto por los grandes, la humildad que debemos tener para conseguir un profundo y verdadero  aprendizaje, hoy ya eso no existe.



Todos tenemos metas o sueños por alcanzar, ¿cuáles son los de La Renteria?

Hacer confluir dos vertientes, las artes y las ciencias sanadoras, usando las artes como terapia, como magia que cura, sana y libera. Llevo en el alma un médico dormido y es hora de despertarlo.











¿Cuáles son tus proyectos en la actualidad?

“Yellow Dream Road” escrita por Rogelio Orizondo, bajo la dirección de Carlos Díaz.
En esta puesta, realizo tres personajes y estoy muy feliz de que en apenas horas estemos estrenando esta maravillosa  obra, que con el esfuerzo de muchos, hemos conseguido tirar adelante.



Por último, si fueras una canción, ¿cuál serias? 

La música que hay en la voz de mi hija Mariana Pestana y Las Bachianas Brasileiras 
No 5 de Heitor Villa- Lobos por Joan Báez.










Desde este humilde blog, me gustaría agradecer la inmensa generosidad de Lili Renteria, por esta entrevista y por todo...
Y recordar que el próximo 19 de noviembre podrán verla en Yellow Dream Road bajo la dirección de Carlos Diaz, en el Miami Dade County Auditorium





Las opiniones o informaciones vertidas en este sitio son un ejercicio de opinión. El administrador de este blog no se responsabiliza de las opiniones aquí mostradas y exime cualquier responsabilidad de las opiniones manifestadas por los entrevistados en este blog, siendo ellos los únicos responsables de su propia opinión.

jueves, 12 de noviembre de 2015

La memoria del silencio. Olga Andreu









En la imagen, Olga Andreu con Abelardo Estorino





Domingo, 7 de mayo de 1988: Olga Andreu salta al vacío desde el balcón de su apartamento en el sexto piso del Edificio Chibás, en la Avenida de los Presidentes y la Calle 25 del Vedado.

Martes, 9 de mayo de 1988: en la funeraria de Calzada y K reposa el cuerpo. Titón se muestra conmovido y destrozado por la muerte de la que había sido durante años su esposa y madre de su hija Natalia.


  Uno nunca sabe lo que se esconde detrás de una decisión de esa magnitud. Quizás el suicidio sea un acto de disidencia contra uno mismo, quizás sea el fin consciente de una muerte en vida ya pasada, en cualquier caso, siempre es un acto de desesperación lo que te lleva a querer acabar con la existencia en este mundo.

  En muchas ocasiones he pensado en los motivos que llevaron a Olga a tomar ese camino. Durante varios años he ido estirando del sutil hilo de lo que fue su vida y cada vez que estiraba de uno aparecía otro. Construir un perfil de Andreu resulta complicado, son pocas las personas que quedan con vida y que puedan dar testimonio de lo que ella significó para una parte de la intelectualidad de La Habana en la década de los 70, de esas que quedan, prefieren dar dos o tres apuntes superficiales sin llegar a profundizar más en su significado, esto quizás obedezca a que el recuerdo que les causan esos tiempos, no son los más gratos y prefieren pasar de puntillas. 

  Fueron muy significativas las reuniones casi clandestinas que Olga celebraba en su casa. Virgilio Piñera, Anton Arrufat, Abilio Estevez, Abelardo Estorino, Reinaldo Arenas, Manuel Ballagas y hasta un desconocido Silvio Rodríguez,  se dieron cita en algunas de ellas, siendo sede de un Ateneo cultural donde se leían e intercambiaban opiniones acerca de los últimos trabajos de cada uno de ellos. Andreu también escribía, pero se conservan muy pocos textos de ella ya que sus trabajos tampoco los tomaba con mucha consideración y prefería mantenerlos en un plano más discreto.


  Guillermo Cabrera Infante decía de ella que su extraña fascinación iba más allá de su belleza, encantadora y a la vez poco consciente de su verdadero influjo. 
Para Reinaldo Arenas, era irreverente, antisolemne, irónica y juvenil… al margen de toda crítica implacable o de todo elogio oportunista... dotada de una sensibilidad especial, de una enorme bondad… siempre dispuesta a compartir la poca belleza que nos rodeaba.

  Sentimentalmente, era una mujer complicada y muy enamoradiza. Estuvo casada con Tomás Gutiérrez Alea y fruto de esa relación nació su hija Natalia, que en el año 1980 abandonó la isla por el Mariel. También mantuvo una relación con Calvert Cassey y con un productor teatral brasileño que vivió unos meses en la isla, pero más allá de eso, la soledad en la que Olga vivía era muy significativa. 

  En el terreno laboral, Andreu trabajó durante algunos años en la biblioteca Nacional, trabajo en el que ella se desarrolló con gran maestría creando espacios y actividades que mantuvieron en su apogeo ese espacio mientras permaneció en el puesto. El cese le llegó con la exhibición en una de las vitrinas de la biblioteca de la novela de Guillermo Cabrera Infante, “Tres tristes tigres”. En ese instante, comenzó el declive de Olga. 
Gran amiga de Haydée Santamaria, esta consiguió para ella que Raquel Revuelta le ofreciese un trabajo en Teatro Estudio como productora, puesto que aceptó con suma desconfianza y desagrado porque sabía que ese no era su lugar y sabía también que las personas que allí trabajaban pertenecían a un sistema en el que ella ya no creía. Pese a ello, se tuvo que adaptar y sobreponerse al cese en su anterior trabajo. En conversaciones con Abelardo Estorino meses antes de su muerte, me confesó que Olga trató de luchar contra ella misma tratando de adaptarse a la manera de trabajar de Revuelta, ya que esta no le hacía la vida muy amable y la tenía todo el tiempo en un segundo plano. Fueron tiempos muy difíciles donde era fácil verla por las calles con una carretilla tratando de buscar material para todas las producciones que se realizaban en Teatro Estudio.

  Años después, la decisión de su hija al querer abandonar el país, sumió a Olga en una profunda depresión de la que ya no pudo salir. Tres años después a la marcha de Natalia, tuvo la oportunidad de ir a visitarla y algunos amigos la invitaron a quedarse con su hija, pero ella renunció a hacerlo por la amistad que le unía a Haydée Santamaria

  Con todas estas premisas, sigo pensando que Olga Andreu es uno de los grandes personajes por descubrir ya que merecen toda la luz del mundo. Particularmente creo que merece un lugar mucho más digno del que se la tiene, porque fue un pilar importante para muchos intelectuales que tuvieron en su casa y en ella misma, una tribuna donde pudieron expresarse con total libertad. 


  Por mi parte, seguiré arañando la memoria de los que aún la conservan en el recuerdo…


Montse Ordóñez





miércoles, 11 de noviembre de 2015

La carta que nunca llegó a su destino. Eliseo Diego


















Carta a Alicia


Eliseo Diego


La Habana, 16 de abril de 1988 Srta. Alicia Liddell,
Universidad de Oxford,
Gran Bretaña.



Querida Srta. Alicia:


  Tengo pocas esperanzas de que esta carta llegue a sus manos, pues hay miles de kilómetros de agua entre la Isla donde usted vive y la mía, que es un poco más pequeña, debo reconocerlo, si bien es una isla también, a fin de cuentas, y las islas debieran quererse unas a otras como hermanas, lo mismo que usted, Lorinda Carlota y Edith, que son también hermanitas. Hay otra dificultad, y es que mi carta tendría que viajar al revés, no de este sábado, digamos, al miércoles que viene, sino del miércoles que viene a este sábado, lo que resulta bastante complicado, por no decir enrevesado –cosa que no sé muy bien qué cosa sea.
  
  Ayer, viernes 4 de julio de 1862, dio usted un paseo en bote por el río, en compañía de sus dos hermanas y del Profesor de Matemáticas de la Universidad y un amigo suyo. Claro que usted en el mencionado viernes sólo tiene diez años, y el Profesor de Matemáticas –creo que se llama, o le dicen, Lewis Carroll, y su amigo, son sólo personas mayores y amigos de la familia– les propuso a ustedes el paseo porque en realidad se aburre con las personas mayores y prefiere conversar con los niños. No me extraña, porque a mí me pasa lo mismo.

  El motivo de estas líneas es resolver una duda que he tenido siempre. Según el libro que escribió el Sr. Lewis Carroll, usted y Lorinda Carlota estaban solas a la orilla del río cuando apareció el Conejo con el Reloj de Bolsillo en el Chaleco y usted no pudo menos que seguirlo por la madriguera abajo hasta llegar al mundo subterráneo –es decir, debajo de la tierra– donde sucedieron todas las Maravillas que usted conoce mejor que nosotros. Pero según declararon más tarde el Sr. Carroll y usted misma, él se limitó a contarle toda la historia sobre el hombro de su amigo, que remaba delante de él, porque usted, mi querida amiga, no lo dejaba tranquilo con sus preguntas sobre lo que venía después en la historia. Le confieso que esta explicación no me satisface. (En caso de que fuese cierta, aprovecho la oportunidad para agradecerle su curiosidad aunque resultara impertinente para el Sr. Carroll.)
  
No me satisface porque tengo la impresión de que usted sigue corriendo sus Aventuras en el Mundo Subterráneo o en el que está Detrás del Espejo. Lo que añade nuevas dificultades al destino de mi carta. ¿Se la entregará acaso el mayordomo de la Sra. Duquesa junto con ese enorme sobre de Invitación que le vemos en las manos? ¿O puede que la lleve consigo el Caballero Blanco y se le haya olvidado entre una y otra caída? ¡Quién sabe, mi querida Alicia! Sigo con la impresión de que está usted debajo o detrás de Algo, no sé muy bien qué sea. Pero como es usted una niña de diez años y tan inteligente y cortés y valiente como deben ser todas las niñas, me despido con la certidumbre de que sabrá salir de sus apuros y, si encuentra un rato libre, de que algún día recibiré su respuesta a estas líneas.

La quiere de todo corazón, 


Eliseo Diego










Fuente: Fundación Cuatrogatos

Cocuyo. Severo Sarduy













  Si el lector se preguntara sin inhibiciones si en alguna ocasión sintió, por ejemplo, el oculto deseo de liquidar a toda su familia con matarratas, de simular ante posibles "inquisidores" una incurable catalepsia, de querer ser otro a toda costa, o de prendarse de una niña con visos de hada olorosa; si recordara sin trabas cuándo y cómo fumó su primer cigarro, asistió a una sesión de magia, descubrió que la niña no era un ángel, sino el signo de algo profundamente perturbador, se emborrachó, visitó los primeros burdeles, que finalmente tanto se parecen al mundo exterior, "normal", y buscó bondad y consuelo allí donde menos podía encontrarlos, entonces el lector comprenderá la verdadera naturaleza de este sinuoso recorrido iniciático de Cocuyo, niño precoz, cabezón, perverso y fisgón, y será Cocuyo en toda su exuberante vitalidad, a veces grotesca y risible, otras casi demoníaca, otras pícara y tierna, otras simplemente miserable.












martes, 10 de noviembre de 2015

La certeza y los designios. Alejandro Fonseca







Bajo la espada de Damocles
fuiste perdiendo la inocencia
la maestría de hacer zarpar

trasatlánticos de papel...

Alejandro Fonseca











Otra farsa de la historia

Ya no hay caminos para adentrase:
serán las mismas manos del orden
que registren y dispongan de la oscuridad
y sin anunciarse se traguen los rincones.
Una poética se aletarga en crucigramas.
Se dibujan clarividencias, el odio
la sutileza de la carne que confunde.
Anoche los mismos pasos anduvieron.
A qué se debe el rostro intrincado
que respira y trasuda vehemencia ajena.
Los lunes comienzan a asesinar mis ojos.
Difícil ha sido encontrar manos que te palpen.
Hay una ventana, un territorio, musgo
tapias que van hasta el último rincón.
Todavía me perturba este reino de manchas
que se abre y se cierra: otra farsa de la historia.











Transfiguraciones

Entre los escombros de una época
fueron sitiados nuestros jóvenes deseos:
inocencia pretérita de peces
que sumergiéndose en playas imprecisas
perdieron la arena dorada de otros días.

Acosados por el amor a las transfiguraciones
desertamos de horizontes escogidos
hacia el estrecho vértigo de las carreteras
hacia provincias de filosos cañaverales
a esa auténtica realidad
compuesta por los mediodías de una Isla.

Con toda justicia podemos preguntarnos:
qué galardones, qué remuneración
ha llegado para quedarse en nuestras manos.

Las raíces de los bosques
están sujetas a las calamidades del desierto
a las leyes de la podredumbre
árboles sin otoño, que sus copas más altas
han sido escamoteadas por argumentos patriarcales.

Nos quedan, como estricta pertenencia,
las pulsaciones libres de la sangre
y la zona inconfiscable de los sueños.













La certeza y los designios

Para Lourdes y Nisa,
testigos de un viaje.

Ante la furia que transcurre
sólo me reconciliaría con los árboles de afuera
que se abigarran al mismo paisaje.

Estoy en una esfera transgresora
por la que me mueve cauteloso mi semejante
y me inquieta la otra orilla desconocida
y este nicho en el que hace 45 años que me pudro.

Fluyen los ríos fragmentados
pero mis manos no se brindaron para matar
tuvieron que apretarse a los latidos de la sombra.

Quizás mi afición impugnable
haya sido convocar lejanías
y aquel polvo irradiante de la Calzada
que nos entregara Eliseo Diego.

Los profetas de oficio
en sus cornucopias de atrezzo
de un lado a otro vociferan dictámenes.
Ni en el Infierno ni en la Gloria
será posible escapar de una terrible noticia.

Entre tanta luz y tanta agua abarcándome
no me dictaron las virtudes del Raciocinio
ni las ventajas de las matemáticas futuras.
Conozco mis pasos por el cielo:
he tragado el brebaje de Rimbaud
he tenido el rostro del Dr. Jekyll
y una carga de azufre en la pendiente.

En este juego azaroso
pudiera perder mi gran hallazgo:
una ciudad de columnas edulcoradas
que invisible fue organizando
la tinta oscura de mis tatuajes.
Una Babel provinciana
que con declinante oratoria
confunde la certeza y los designios.
Con el miedo de Virgilio
vuelvo a escanciar una dosis
en el pozo contaminado.
Mi caverna ha ido perdiendo iluminación:
de nuevo me asomo a los árboles que no cambian
mientras el aire sacude las banderolas consabidas.
Sé que mi agudeza
ya carente de precocidad
alcanzará los colores de otro verano.